Entrar en el País de las Maravillas de la mano de Tim Burton es, cuanto menos, prometedor. Seguramente el cuento de Lewis Carroll es uno de los que mejor se adaptan al imaginario del director de Eduardo Manostijeras, con su derroche de personajes inverosímiles, sus escenarios delirantes y cierta dosis de humor negro (“¡que le corten la cabeza!”). Creo no equivocarme, pues, si digo que el primer gran acierto de Burton en esta nueva aventura cinematográfica ha sido simplemente la elección de la historia que debía inspirarla.
La mayoría de los que vayan a ver esta nueva versión de Alicia en el País de la Maravillas guardarán en su retina la interpretación que hizo en su día Walt Disney. En mi caso, tal vez pese más el recuerdo de un fantástico libro que alternaba la prosa de Carroll con una versión en cómic de la misma historia. Sí, sin duda, aquellas ilustraciones se convirtieron en mi referente del País de las Maravillas.
Sea cual sea el punto de partida, la película de Tim Burton no decepciona en su interpretación de los personajes y escenarios del cuento. A pesar, incluso, de que la cinta no es una adaptación exacta de la historia de Carroll sino una secuela que Burton concibe como un homenaje a la obra original. Así, la historia se centra en este caso en una Alicia de 19 años que ha olvidado el reino mágico que visitó cuando era pequeña. Como ya le pasara a Robin Williams en el Hook de Steven Spielberg, Alicia tendrá que recuperar sus recuerdos y asumir un papel determinante en una historia de grandes dimensiones.
El éxito de esta versión radica más en su capacidad para recrear el universo fantástico de la obra original que en la calidad de su guión. La película arranca con la ternura que también impregnaba las escenas iniciales de Charlie y la Fábrica de Chocolate o Eduardo Manostijeras, pero ese tono parece desaparecer a medida que avanza el metraje.
Antes de que Alicia entre en el País de las Maravillas, el espectador nota cierta ansiedad, producida sin duda por la certeza de que, en cualquier momento, aparecerá el entrañable Conejo Blanco y se desencadenará la historia de verdad. En los primeros compases de la cinta, es fácil esbozar una sonrisa al reconocer iconos de nuestra infancia como la caída en la madriguera, la bebida y el pastel que hacen menguar y crecer a Alicia, o la oruga azul que fuma con parsimonia subida a una seta. Esa sensación de reencuentro también la sentiremos al ver ala Reina Roja jugar al críquet usando un flamenco como palo o a los soldados con forma de naipes.
Antes de que Alicia entre en el País de las Maravillas, el espectador nota cierta ansiedad, producida sin duda por la certeza de que, en cualquier momento, aparecerá el entrañable Conejo Blanco y se desencadenará la historia de verdad. En los primeros compases de la cinta, es fácil esbozar una sonrisa al reconocer iconos de nuestra infancia como la caída en la madriguera, la bebida y el pastel que hacen menguar y crecer a Alicia, o la oruga azul que fuma con parsimonia subida a una seta. Esa sensación de reencuentro también la sentiremos al ver a
Pero como antes sugería, el mérito de la Alicia de Burton parece debilitarse cuando analizamos estrictamente su guión. No querría precipitarme en mi juicio (tengo la película demasiado reciente), pero creo que la historia desfallece en algunos momentos, tal vez por el intento de convertirla en una aventura al uso, donde lo que importa es que se produzca una gran batalla final y que el bien se imponga sobre el mal. No sé si Disney habrá tenido algo que ver en el contenido de la historia pero lo cierto es que hay algo en ella que no es puramente burtoniano. Y es que, incluso en las obras del director que son meras adaptaciones, éste impregna con su extravagante y tierna personalidad cada uno de los fotogramas. Un hecho que no siempre ocurre en esta Alicia.
Aún así, esta nueva adaptación del cuento de Carroll es un auténtico espectáculo que, aparte de despertar nuestros referentes infantiles, se vale de un elenco de actores que no desentonan en absoluto (algunos dirán que Johnny Depp por enésima vez ya cansa, pero a mí me parece fantástico en cada una de sus locas interpretaciones). La desconocida Mia Wasikowska es una creíble Alicia, y Helena Bonham Carter y Anne Hathaway ejercen correctamente como peculiares reinas.
Me queda pendiente verla en versión original y en 3D para ver si las virtudes y defectos de la película se amplifican o se reducen. Sea como sea, mi primera impresión la sitúa por detrás de las obras maestras indiscutibles de Burton: Eduardo Manostijeras y, sobre todo, Big Fish.