lunes, 29 de agosto de 2011

Noche de verano con Mishima

Manel, Els Amics de les Arts, Antònia Font... son nombres en boca de todo el mundo desde hace un tiempo. Son los principales representantes del nuevo pop en catalán, que se ha reinventado y tiene poco que ver con la música que tocaban en los '90 grupos como Sau, Sopa de Cabra o Els Pets. Manel son sin duda los que llevan la palma en cuanto a repercusión. Desde que se dieran a conocer en el concurso Sona 9 en 2007, los barceloneses han pasado de boca en boca y se han convertido en todo un fenómeno mediático. Su mezcla de pop y folk ha calado tan hondo que su segundo disco, publicado hace unos meses, se lanzó acompañado de una estrategia de marketing al nivel de los álbumes de los grandes artistas extranjeros. La expectación que levantó 10 milles per veure una bona armadura llevó al grupo a encabezar las listas de ventas en España y a diseñar una gira que, entre otros lugares, contemplaba Madrid.

Pese al entusiasmo que ha despertado esta nueva escena de pop catalán, ninguno de los grupos antes mencionados ha conseguido aún seducirme. A pesar de que les reconozco los méritos, no acabo de disfrutar con ese costumbrismo moderno que ha puesto de acuerdo a gente de varias generaciones. Posiblemente ese seguimiento masivo se me ha hecho un poco antipático, lo reconozco, aunque tampoco creo que haya sido determinante a la hora de decidir si ese tipo de música me gusta o no. De hecho, hay un grupo que se podría englobar en esta "nueva" corriente que sí me ha conquistado. Se trata de Mishima, una banda nacida en 1999 y que, por lo tanto, es bastante más veterana que las citadas Manel y Els Amics de les Arts. Las letras de su primer álbum, Lipstick traces (2000), y de su segundo CD, The fall of public man (2003), eran en inglés. En su tercer disco, Trucar a casa. Recollir les fotos. Pagar la multa (2005), el grupo que lidera David Carabén decidió, no obstante, pasarse al catalán y convertirse en un referente del indie "fet a casa nostra".

Descubrí a Mishima hace muy poco. Tarde, como siempre. Fue gracias a un documental de TV3 en que precisamente se hablaba de los cuatro grupos que han "convulsionado la escena catalana del pop de los últimos años": Manel, Els Amics de les Arts, Mishima y Antònia Font. Me gustó la manera de hablar de Carabén y la vocación "global" de su música. Una música que despertó mi interés y donde me pareció percibir algo especial.


El pasado martes 22 de agosto, Mishima ofrecieron el concierto principal dentro de las fiestas de mi barrio, Sants. Era la excusa perfecta para verlos en directo y confirmar si realmente valían la pena. En una noche de verano especialmente calurosa, el grupo barcelonés ofreció un setlist muy similar al habitual, donde se incluyen temas de sus tres últimos álbumes, aquellos grabados en catalán. Pude apreciar que la música de Mishima crece sobre el escenario, alimentada por una intensidad que no está tan presente en los discos, por lo general bastante intimistas. Temas como No et fas el llit, Llavors tu, simplement o Sant Pere suenan especialmente emocionantes en directo, gracias a nuevos matices y, en ocasiones, a la incorporación de partes instrumentales no presentes en la grabación de estudio.

Al margen de las cuestiones meramente musicales, Mishima tiene una baza importante en sus letras (escritas por David Carabén), pequeños poemas a menudo difíciles de recordar y que, precisamente por eso, nos sorprenden por su belleza en cada nueva escucha. Aquí van algunos ejemplos:

LA TARDA ESCLATA

T'hauria de dir el que vols sentir
hauria de fer el que tothom espera de mi
però de sobte el sol
perfora un gran núvol
i la tarda esclata
com si fos un matí.

En aquest intercanvi aparent
les veritats es confonen
el covard és valent
i en l'estona que passa
entre que ho veig i ho entenc
va creixent la certesa
que no ens necessitem
però ens tenim.

LA FORMA D'UN SENTIT

Tu també, potser sense saber-ho,
en algun moment, has volgut ser
una cançó, que algú et cantés,
ser melodia a la boca d'un
desconegut, sonar precisa
i tan lleugera com sentida,
verdadera, adoptar la forma d'un
sentit que es busca.
Admet que tu també, potser
sense saber-ho, en algun
moment, has volgut ser una
cançó, potser sense saber-ho,
en algun moment, fins i tot has
cregut en l'amor.

martes, 23 de agosto de 2011

Una serie sobre la VIDA

Ya hace diez años que se estrenó en el canal HBO una de las series más aclamadas por la crítica, A dos metros bajo tierra (Six Feet Under). Alan Ball, guionista de la magnífica American Beauty y más recientemente de la serie sobre vampiros True Blood, es el responsable de este gran producto televisivo, que contó con cinco temporadas y que se cerró en 2005 con un memorable capítulo final.

(Sé que voy a destiempo pero hasta hace unos días no había podido ver la serie al completo. Ya se sabe que las televisiones españolas no cuidan demasiado este tipo de productos, que muchas veces se extravían en horarios imposibles. Después se extrañan de que caigan las audiencias y la gente acabe optando por descargar las series de internet...)


Aún me siento conmocionada tras visionar el último episodio de A dos metros bajo tierra, Todos te están esperando (Everyone's waiting). La enorme carga emocional de este capítulo, y en especial de su epílogo, pone el colofón perfecto a una serie que se sirve del hilo conductor de la muerte para hacer un estudio en profundidad sobre la vida. A dos metros bajo tierra no es un serie de acción ni de grandes misterios pero, aún así, te mantiente enganchado a la pantalla, ansioso por ir más allá en el conocimiento de un elenco de antihéroes a cual más imperfecto. Incluso el guapo Nate Fisher, interpretado por Peter Krause, no se escapa del juego de luces y sombras que impregna toda la serie.

Precisamente el reparto es uno de los fuertes de A dos metros bajo tierra. No hay una sola nota discordante. Todos los actores están magníficos en sus respectivos roles, lo que sin duda da mayor credibilidad a una serie donde a menudo se juega con situaciones sentimentales límite.

A lo largo de cinco temporadas, es difícil no acabar sintiendo afecto por cada uno de los personajes que forman la familia Fisher y su entorno. Por eso talvez me ha alegrado tanto que los últimos episodios de la serie hayan conseguido reconciliarme con la rebelde Claire Fisher, la benjamina de la familia, que parecía apuntar a una degradación absoluta en capítulos anteriores. Es más, es justo este personaje el que lleva la "carga" del final de la serie. Es en su mirada donde se cierra la historia. Y vaya si se cierra, aquí no hay cabos sueltos, sólo la constatación de que, como nos ha mostrado A dos metros bajo tierra desde su primer capítulo, "Todas las cosas. Todas las personas. Todos los lugares. Tienen su final."

Para aquellos que aún no hayan visto la serie, aquí van algunas "excusas" para darle una oportunidad:

  • A dos metros bajo tierra supera lo que es un simple producto televisivo para acercarse al buen cine. Buena prueba de ello es su último capítulo, lleno de momentos antológicos y sutilezas visuales.
  • Después del éxito de Michal C. Hall como simpático pero temible asesino en la serie Dexter, ésta es una buena oportunidad para verle en un papel muy diferente. 
  • Que una serie transcurra en una funeraria no significa que no sea divertida. El humor negro es un filón.
  • El atrevimiento también es un punto fuerte de A dos metros bajo tierra. La muerte, el sexo, la política... todo es susceptible de ser expuesto en primer plano.
  • El hecho de que el personaje de Claire sea artista nos permite disfrutar de grandes momentos creativos. Es muy recomendable visitar la página web oficial de la serie, donde se recogen las fotografías de la pequeña Fisher que aparecen en la serie.
  • La banda sonora está muy cuidada y enmarca grandes momentos de la serie. Ahí está, por ejemplo, la utilización del tema Lucky de Radiohead en el 3r capítulo de la 4ª temporada.
  • Los secundarios son de lujo. Kathy Bates, Justin Theroux y Lili Taylor tienen papeles importantes en algunos momentos de la serie.