martes, 23 de agosto de 2011

Una serie sobre la VIDA

Ya hace diez años que se estrenó en el canal HBO una de las series más aclamadas por la crítica, A dos metros bajo tierra (Six Feet Under). Alan Ball, guionista de la magnífica American Beauty y más recientemente de la serie sobre vampiros True Blood, es el responsable de este gran producto televisivo, que contó con cinco temporadas y que se cerró en 2005 con un memorable capítulo final.

(Sé que voy a destiempo pero hasta hace unos días no había podido ver la serie al completo. Ya se sabe que las televisiones españolas no cuidan demasiado este tipo de productos, que muchas veces se extravían en horarios imposibles. Después se extrañan de que caigan las audiencias y la gente acabe optando por descargar las series de internet...)


Aún me siento conmocionada tras visionar el último episodio de A dos metros bajo tierra, Todos te están esperando (Everyone's waiting). La enorme carga emocional de este capítulo, y en especial de su epílogo, pone el colofón perfecto a una serie que se sirve del hilo conductor de la muerte para hacer un estudio en profundidad sobre la vida. A dos metros bajo tierra no es un serie de acción ni de grandes misterios pero, aún así, te mantiente enganchado a la pantalla, ansioso por ir más allá en el conocimiento de un elenco de antihéroes a cual más imperfecto. Incluso el guapo Nate Fisher, interpretado por Peter Krause, no se escapa del juego de luces y sombras que impregna toda la serie.

Precisamente el reparto es uno de los fuertes de A dos metros bajo tierra. No hay una sola nota discordante. Todos los actores están magníficos en sus respectivos roles, lo que sin duda da mayor credibilidad a una serie donde a menudo se juega con situaciones sentimentales límite.

A lo largo de cinco temporadas, es difícil no acabar sintiendo afecto por cada uno de los personajes que forman la familia Fisher y su entorno. Por eso talvez me ha alegrado tanto que los últimos episodios de la serie hayan conseguido reconciliarme con la rebelde Claire Fisher, la benjamina de la familia, que parecía apuntar a una degradación absoluta en capítulos anteriores. Es más, es justo este personaje el que lleva la "carga" del final de la serie. Es en su mirada donde se cierra la historia. Y vaya si se cierra, aquí no hay cabos sueltos, sólo la constatación de que, como nos ha mostrado A dos metros bajo tierra desde su primer capítulo, "Todas las cosas. Todas las personas. Todos los lugares. Tienen su final."

Para aquellos que aún no hayan visto la serie, aquí van algunas "excusas" para darle una oportunidad:

  • A dos metros bajo tierra supera lo que es un simple producto televisivo para acercarse al buen cine. Buena prueba de ello es su último capítulo, lleno de momentos antológicos y sutilezas visuales.
  • Después del éxito de Michal C. Hall como simpático pero temible asesino en la serie Dexter, ésta es una buena oportunidad para verle en un papel muy diferente. 
  • Que una serie transcurra en una funeraria no significa que no sea divertida. El humor negro es un filón.
  • El atrevimiento también es un punto fuerte de A dos metros bajo tierra. La muerte, el sexo, la política... todo es susceptible de ser expuesto en primer plano.
  • El hecho de que el personaje de Claire sea artista nos permite disfrutar de grandes momentos creativos. Es muy recomendable visitar la página web oficial de la serie, donde se recogen las fotografías de la pequeña Fisher que aparecen en la serie.
  • La banda sonora está muy cuidada y enmarca grandes momentos de la serie. Ahí está, por ejemplo, la utilización del tema Lucky de Radiohead en el 3r capítulo de la 4ª temporada.
  • Los secundarios son de lujo. Kathy Bates, Justin Theroux y Lili Taylor tienen papeles importantes en algunos momentos de la serie.


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