miércoles, 28 de septiembre de 2011

Pearl Jam Twenty (IV): el documental

Que nunca llueve a gusto de todos está claro. También es posible que puedan acusarse ausencias más o menos importantes al montaje final. Pero, aún así, creo firmemente que el documental que recoge los 20 años de carrera de Pearl Jam es en términos generales una obra notable y, sobre todo, emocionante.

El director Cameron Crowe, amigo de la banda y autor de la nostálgica cinta Singles, ha sabido aprovechar la apasionante historia de la génesis del grupo (al nivel de cualquier obra de ficción) para nutrir la parte más importante de la película. Así, asistimos con emoción a la trayectoria de Mother Love Bone, el grupo que integraron dos de los fundadores de Pearl Jam, Jeff Ament y Stone Gossard, junto al malogrado y carismático cantante Andrew Wood. En esa parte del documental, también se recogen los vínculos de amistad con Chris Cornell y su banda, Soundgarden, o la "difícil" relación con los contemporáneos Nirvana (el primer disco de Pearl Jam, Ten, coincidió en el tiempo con el mítico Nevermind).

Pearl Jam Twenty narra con bastante detenimiento los primeros años de la banda, contextualizados en la escena de Seattle. En cambio, la segunta mitad de la carrera del grupo, que parte del punto de inflexión que supuso la tragedia de Roskilde en el 2000, fluye con más precipitación, seguramente porque su principal objetivo es demostrar que la banda ha alcanzado la madurez y que ha sabido sobrevivir a cualquier tipo de desgaste.

Decía antes que en el documental hay ausencias más o menos importantes. La más comentada, talvez, es la que se refiere a los baterías que han pasado por el grupo. El tema se despacha mediante una especie de gag en el que vemos sucederse a toda velocidad, y con tono humorístico, a todos los que han ocupado el "puesto maldito". Sí, es cierto que han sido unos cuantos, pero nadie negará que algunos de ellos han tenido un peso específico, como Dave Abbruzzese en los inicios o Matt Cameron en la última etapa. También sorprendre que no haya ninguna referencia a Boom, el teclista que ha acompañado al grupo en los últimos años.

En el capítulo de ausencias, algunos también han querido señalar la poca profundidad a la hora de tratar los problemas de adicciones de Mike McCready o la omisión de cuestiones como los grupos paralelos y el club de fans (Ten Club). Sobre Mike, creo que existe la voluntad clara de no entrar demasiado en la vida privada de los componentes del grupo, y sobre el resto de temas, seguramente la única razón para haberlos obviado es la limitación de metraje.

Sea como sea, Cameron Crowe ha hecho un buen trabajo a la hora de realizar un documental que, sobre todo, gustase a los fans. No faltan los momentos emotivos, que tienen el gran colofón en la interpretación final y terriblemente simbólica de Alive. Se cuentan historias interesantes y se rescatan grandes momentos de la trayectoria de la banda. Y, como no, también se escucha muy buena música. Todo esto aderezado con unos cuantos episodios absolutamente cómicos, como el referente a la fiesta de presentación de Singles o la visita a casa de Stone Gossard, que se descubre como un personaje hilarante.

El poso que me quedó tras haber visto la película es difícil de explicar. Puede que sea imperfecta, como todo en esta vida, pero sólo sé que al salir del cine tenía una extraña sensación de orgullo. Me sentía feliz y orgullosa de ser seguidora de Pearl Jam, un grupo que me ha acompañado tantos años de mi vida y que me ha brindado grandes ilusiones. Un grupo formado, además, por gente coherente y que merece ser escuchada más allá de sus canciones. Por si fuera poco, fue un placer poder disfrutar del documental en una sala de cine (Icaria Yelmo de Barcelona) rodeada de gente que sentía probablemente la misma pasión que yo por la banda.

A continuación podéis ver el trailer de la película:

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