domingo, 22 de noviembre de 2009

Depeche Mode emocionan a Barcelona


El del viernes era mi tercer concierto de Depeche Mode en el Palau Sant Jordi. Sin ninguna información previa, acudí a él pensando en presenciar unos cuantos clásicos de la banda que se completarían con cinco o seis canciones del nuevo disco, Sounds of the universe. Mi mayor ilusión era verlos desde otra perspectiva (esta vez desde pista) y revivir esos rituales que todo fan conoce: el mar de brazos de Never let me down again, la potencia de miles de voces gritando "reach out and touch faith" durante Personal Jesus, el susurro final de Enjoy the silence... Poco pensaba que este concierto de Depeche Mode me iba a sorprender realmente. Poco podía imaginar que ese entrañable bicho raro que es Martin L. Gore iba a regalarnos algunos de los mejores momentos de la noche y que iba a elevar este concierto a la categoría de inolvidable.

El espectáculo arrancó sobre el guión esperado. La pantalla que servía de fondo al escenario (más minimalista que en otras giras) empezó a llenarse de las imágenes diseñadas por Anton Corbjin y la banda apareció tranquilamente. El inicio de In chains, la primera canción de Sounds of the universe, se alargó mientras Dave Gahan hacía su entrada triunfal y se contoneaba de espaldas al público. Cuando se hizo finalmente con el micrófono y cantó los primeros versos del tema, pudimos comprobar que el técnico de sonido tenía trabajo urgente, ya que la voz de Dave estaba mal ecualizada. Afortunadamente, no tardaríamos en recuperar la gravedad nítida de su garganta, auténtico emblema del sonido oscuro de Depeche Mode.

In chains fue un buen inicio pero Wrong, el primer single de Sound of the universe, despertaría mayor entusiasmo. La versión, no obstante, no me convenció en exceso, ya que la encontré demasiado ralentizada respecto al disco, lo que hizo que perdiera cierta contundencia. El grupo despachó el primer tramo del concierto acometiendo un tercer tema del último álbum, un gesto valiente pero que también hacía presagiar que el recital se iba a convertir, en cuestión de minutos, en una sucesión de clásicos, como así fue. Hole to feed sonó bastante bien en directo, gracias en parte al trabajo incansable de Christian Eigner, el batería que acompaña al grupo desde 1997.

El primer hit de la noche fue uno de mis temas favoritos, la oscura Walking in my shoes, del Songs of faith and devotion. El público empezó a desgañitarse con esta canción, como es habitual en cada gira, y apenas paró hasta la finalización del concierto. A continuación cayó Question of time, un auténtico clásico del Black Celebration que no consiguió, no obstante, la reacción que yo esperaba. Sí que hubo una primera explosión de entusiasmo al inicio del tema, cuando la gente empezó a botar al tiempo que cantaba los primeros versos. Pero más rápido de lo esperado, el público volvió a una posición más cómoda y dejó que la canción se fuera extinguiendo.

El grupo interpretó entonces Precious, que sería la única muestra del disco anterior, Playing the angel. Y volvió a continuación a los hits con World in my eyes, del Violator. Así llegamos a una de las sorpresas de la noche, Fly on the windscreen, un tema muy querido del Black celebration que hizo las delicias de los más nostálgicos.

Una parte del pescado ya estaba vendido cuando Dave Gahan dejó el escenario para cederle el protagonismo a Martin L. Gore. Para entonces, el rubio ya se había desprovisto de su americana deslumbrante y había adoptado una imagen bastante rejuvenecida respecto a otras giras. Con la guitarra eléctrica entre sus manos, Martin se dirigió al micrófono y bordó uno de los temas más discretos del nuevo disco, Jezebel. La parte final de la canción fue especialmente lucida, con Martin deslizándose por la pasarela como un guitarrista cualquiera de un grupo de rock duro.

A pesar de que Jezebel estuvo muy bien, lo que todos esperábamos con especiales ganas era el segundo tema en solitario de Martin. Y aunque éste no fue sorprendente, sí que lo fue la versión magnífica que hizo el guitarrista. Home sonó una vez más en el Sant Jordi pero, a diferencia de 2006, lo hizo enteramente en acústico. Así nos dimos cuenta de que Martin había venido a Barcelona en plena forma, con la voz más impresionante que jamás le he oído. Tanto fue así, que no pude evitar que me cayeran dos lagrimones al tiempo que él alargaba hasta el infinito el verso "from my first breath". Fue sencillamente espectacular. Y eso que el público no estuvo a la altura y no atinó con los coros finales...



Cerrado el set de Martin, la pantalla esférica se transformó en una bola del mundo para ambientar uno de los temas del nuevo disco, Miles away / The truth is, que sonó bastante bien en directo. Luego el grupo volvió a los clásicos con Policy of truth, del Violator. La canción volvió a agitar al público, que no paró de gritar. Después cayó uno de los hits "recientes" de la banda, It's no good. Este tema, siempre coreado, pondría el punto y a parte al concierto ya que, a partir de entonces, el espectáculo entró en otra dimensión.

Vi uno de mis deseos cumplidos al volver a oír en directo In your room, uno de mis temas favoritos de Depeche Mode. La versión volvió a ser diferente esta vez, ya que presentaron una mezcla entre la versión más rockera de la gira Devotional y la versión single. Cuando aún no habíamos digerido este temazo, la guitarra y la sensualidad de I feel you revolucionaron el Sant Jordi. ¡Qué gran disco, el Songs of faith and devotion! Y entonces los clásicos fueron cayendo como fichas de dominó. Con Enjoy the silence, Depeche Mode volvieron a demostrar que no hay hit que canse a sus fans, que vibraron cantando todos los versos de la canción y bailando con el siempre celebrado interludio.

El main set se cerró con otra indispensable, Never let me down again. El ritual al que me refería al principio, las manos balanceándose de un lado a otro, se repetió con la complicidad de todos. Y cuando digo todos es todos. Aún en la última fila de lo más alto del Sant Jordi, todos y cada uno de los presentes movieron sus brazos al ritmo de los últimos compases de la canción. Dave aprovechó para darse un baño de masas, paseándose por la pasarela mientras los focos iluminaban al público y el nos dirigía los movimientos. Volvió a ser mágico. Además, y como un nuevo regalo, esta vez respetaron la versión original del tema y Martin tuvo el honor de cerrar la canción con mi parte favorita: "see the stars, they´re shining bright, everything´s alright tonight".

Cuando creía que sólo me quedaba por disfrutar un bis de éxitos ya oídos en otras giras, unas pocas notas me hiceron gritar como la fan más histérica. No podía ser que, tras 16 años sin tocarla en directo, Martin L. Gore estuviera a punto de interpretar mi canción favorita, One caress. Con la complicidad a los teclados de Peter Gordeno, Martin me regaló uno de los momentos más increíbles que recuerdo en un concierto. Volví a llorar mientras coreaba cada uno de los versos del tema más oscuro de Depeche Mode. Después me enteraría de que el grupo había recuperado One caress en el recital de Lisboa, así que ésta era la tercera vez que se tocaba después de tantos años en el cajón de las olvidadas. Me sentí muy afortunada. Y más teniendo en cuenta que en el segundo concierto de Barcelona no caería seguro.

Con esa sensación de haber cumplido un sueño imposible, poco me importaba ya lo que viniera. Aún así, me alegré de que la siguiente fuera Stripped, otro tema al que le tenía muchas ganas. La magia se mantuvo con un Behind the wheel que ya no esperaba y que sonó fantásticamente. Después, Martin agarró una nueva guitarra, dejándome claro que no se iban a olvidar de otra de las imprescindibles, Personal Jesus. En este caso, el público sí que respondió y botó sin descanso al ritmo del riff.

Gritando "reach out and touch faith" se acabó una nueva noche mágica con Depeche Mode. Una noche que, con suerte, podremos revivir ya que, según dicen, los conciertos de Barcelona quedarán plasmados en el DVD de la gira. Ojalá se confirme después de la decepción que suposo que grabaran el de 2006 y finalmente se editara el recital de Milán. Sería increíble poder conservar ese recuerdo, sobre todo los momentos protagonizados por un Martin en estado de gracia.

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