Según la Real Academia de la Lengua Española, para los antiguos griegos la catarsis era la "purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza". Tal definición podría aplicarse sin demasiados miramientos a algunos conciertos, y muy especialmente a los de Rammstein, auténticos rituales de desahogo para los miles de seguidores que acuden a ellos. Entre fuego y guitarras, el grupo y su público participan de una gran catarsis colectiva, tal como volvió a ocurrir el pasado jueves 12 de noviembre en el Pavelló Olímpic de Badalona, en mi tercer concierto de la banda alemana.
Siempre que Rammstein están de gira por estas tierras, el frío arrecia. Tal vez sea por la necesidad de compensar todas las calorías que llegan a provocar los seis alemanes, acostumbrados como están al manejo de la pirotecnia y los lanzallamas. Hay que recordar que, para este grupo, el fuego no es una simple demostración de poder económico (a más fama, más efectos especiales) sino que forma parte de su espectáculo desde sus inicios, cuando aún tocaban en salas pequeñas y apenas se les conocía fuera de Alemania. Puede resultar circense, e incluso excesivo, pero al fin y al cabo es un elemento más de la identidad de Rammstein. Y nos gusta.
El pasado jueves, el grupo no decepcionó en absoluto, a pesar del momentáneo y poco oportuno problema de sonido en la espectacular Frühling in Paris. Lástima que, aunque unos y otros le pusieran buen humor al contratiempo, los alemanes no decidieran repetir el tema. Pero bueno, poco se les puede reprochar en una noche que me pareció memorable en cuanto a capacidad de sorpresa y contundencia.
El espectáculo arrancó como estaba escrito, con Rammlied, el primer tema del recién estrenado Liebe ist für alle da. El grupo apareció en el escenario rompiendo un muro, en un oportuno homenaje a los 20 años de la caída del muro de Berlín. Los carismáticos guitarristas, Paul y Richard, hicieron su hueco a base de hachazos mientras que Till, como no podía ser de otra manera, optó por hacer su entrada ayudado por un soplete. Como es habitual, los seis componentes del grupo se distribuyeron en dos niveles, abajo cantante y guitarristas y arriba bajista, teclados y batería. También como en otras ocasiones, cada cual lució un look propio, que iba desde la vestimenta ultra brillante de Flake hasta el minimalismo de los shorts de cuero de Paul.
Como decía, la descarga comenzó con Rammlied, un tema que ilusionó rápidamente al público aunque no sonara de manera óptima (el sonido tardó un par de temas en ajustarse bien). A continuación, Rammstein no se cortaron un pelo y afrontaron dos temas más del nuevo disco, B******** (no me la imaginaba tan pronto en el set) y la espectacular Waidmanns Heil. Fue sorprendente la apuesta por LIFAD pero aún más por empezar con algunos de los temas más duros del disco. Rammstein nunca han sido unos cobardes, está claro.
El primer tema anterior a 2009 fue Keine Lust, de nuevo una canción potente que fue la única que tocarían de Reise, Reise (prescindiendo incluso del single Mein Teil). A continuación llegó una de las sorpresas del concierto, la recuperación de un clásico de Herzeleid, Weisses Fleisch. Schneider y Flake hicieron de las suyas en este tema, como es de rigor, lo que creó un buenísimo ambiente para recibir otra de las canciones que siguen enloqueciendo al personal: Feuer Frei!!. El espectáculo de Till, Paul y Richard con los ya famosos lanzallamas colocados sobre sus caras volvió a caldear el recinto. Nunca falla y que así sea por muchos años.
Tras esto, se produjo uno de los momentos más escenificados y estremecedores de la noche (ver vídeo). Till apareció dándole a la manivela de un gramófono, en medio de una oscuridad que sólo rompía una pequeña lámpara de pie. Tras recitar de rodillas los primeros versos de Wiener Blut, el pabellón se quedó absolutamente a oscuras y en silencio. Cuando se volvieron a encender los focos y unos láser de color verde, al tiempo que estallaban las guitarras y la batería, se pudo ver la imagen terrorífica de unas muñecas medio rotas y desnudas colgadas encima del escenario. Fue sin duda una gran representación para un tema que reza "willkommen in der Dunkelheit" y que está inspirado en la historia del "monstruo de Amstetten". Un 10.
Luego llegaría otro tema muy esperado de LIFAD, la balada Frühling in Paris. Lástima que su belleza quedara truncada por un problema de sonido que enmudeció el micro de Till durante unos segundos. El público y el propio grupo salvaron la papeleta a base de palmas pero eso no evitó que la canción quedara muy deslucida. Afortunadamente, ese momento crítico fue rápidamente compensado con otro de los puntos clave del concierto, la ya clásica tortura a Flake que, en esta ocasión, quedó contextualizada en Ich tu dir weh, uno de los temas más conseguidos del nuevo disco. El grupo volvió a sorprender a los presentes con una vuelta más de tuerca. Till se subió en una pequeña plataforma que se alzó muchos metros por encima del escenario, armado con un recipiente de leche que, lejos de contener este líquido inofensivo, iba cargado de fuego y pirotecnia. Desde las alturas, y aprovechando el interludio del tema, roció sin compasión a Flake, que se había guarecido en una bañera y que aguantó como pudo la lluvia de fuego. Este nuevo bloque de canciones de LIFAD se cerraría con el tema homónimo donde Richard sorprendió con un solo casi inédito en los recitales de Rammstein.
Luego siguió el espectáculo. Till fue a buscar un surtidor de gasolina y acometió una tema obvio, Benzin. El divertimento se saldó con el público vibrando y gritando el estribillo mientras las llamas chamuscaban a un "presunto" espontáneo que, en realidad, era un especialista de lo más cachondo.
Y entonces, cuando ya creíamos que la habían olvidado, empezaron los ritmos marciales de Links, 2,3,4. Tal vez porque no la habían tocado a principio de set, como en giras anteriores, el público se la tomó con más ganas y no paró de botar. Fue memorable y olió a clásico por todas partes. Con su empuje llegó otro tema obligado, Du hast, que no dio tiempo a recuperar el aliento. A pesar de no faltar nunca en el repertorio de Rammstein, su puesta en escena fue nuevamente revisada. En esta ocasión, las llamas que corren por encima del público acabaron en una gran explosión y un fuego que se prolongó al borde del escenario. El grupo, incluído Schneider, aprovechó este momento extra musical para saludar a su público.
Después llegó el polémico single de LIFAD, Pussy, que funcionó perfectamente en directo, como era fácil presagiar. La escenificación tampoco tuvo desperdicio, con Till montado sobre un gran cañón que simulaba el miembro viril y que roció de espuma a buena parte del público. Tampoco faltó una lluvia de confeti con los colores de la bandera alemana que hizo las delicias de la gente mientras se resolvió el tiempo de espera hasta el primer bis.
El encore tuvo todo lo necesario. Empezó con otro clásico de Mutter, Sonne, y siguió con un tema que ya no esperábamos, Haifisch. La canción del tiburón, perteneciente al último disco, es una de las más redondas del álbum, con sus sonoridades a lo Depeche Mode. El bis se cerró con otra de las impepinables de Mutter, Ich will, que volvió a elevar al público por encima del suelo.
Y para el segundo encore, la segunda gran sorpresa de la noche. Oli apareció iluminado por un foco y punteó en su bajo uno de los grandes clásicos del grupo, la mágica Seemann. El público respondió entusiasmado y más cuando percibió que la ya habitual lancha inflable se deslizaba sobre la audiencia con el liviano Flake sobre ella. Hay que recordar que en las últimas giras había sido Oli quien se había aventurado sobre la barca mientras sonaba la versión de Stripped.
Y, para concluir el espectáculo, otro momento mágico. Richard comienza a silbar y arranca la Engel con la que muchos soñábamos, un gran broche para un concierto que bien valió el frío que sufrimos haciendo cola.
Por cierto, los teloneros en esta ocasión fueron Combichrist, un sorprendente y duro grupo de tecno electro-industrial (¿se permite la extraña etiqueta?) que tuvo muy buena acogida entre el público, al que movió a base de percusión y teclados.
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